Mi juego favorito fue desde la niñez devorar imágenes a través de las fotos familiares, el cine y los libros y revistas que caían en mis manos, que me llevaban a fantasear con vidas ocultas que habitaban en ellas.
Así, a través de diferentes representaciones fui imaginando y construyendo mi mundo, mi memoria y más tarde mi experiencia pictórica, mi lenguaje artístico.
Por ello me interesa jugar dentro de la atemporalidad construyendo historias de múltiples percepciones, apoyándome en imágenes y situaciones cargadas de simbolismo en donde cada obra es un todo en sí mismo y a la vez, una pieza del rompecabezas total en una red de correlaciones, interpelaciones y resonancias recíprocas.
Es un juego totalmente abierto que nada oculta y -a la vez- un enigma, un mensaje que hay que descifrar.
A través de un proceso de reflexión y búsqueda, mi fin último es el de concluir ese viaje en solitario compartiendo en privado con el espectador, un sinfín de hechos o situaciones que por algún motivo han resonado -o resuenan- en mi interior y dejan una profunda huella.