Varios años atrás me enamoré de estos personajes de los grandes maestros a través de los cuales reflejaba un momento muy especial de mi vida, marcado por el descubrimiento de realidades intangibles que están más allá de las simples apariencias que percibimos a través de los sentidos.
Las cuadrículas -casi siempre presentes- aluden a los aparentes opuestos, que en realidad son complementarios. Como el ying y el yang, el día y la noche, la vida y la muerte… Ambos términos son las dos caras de una misma moneda y no puede existir la una sin la otra…
Transmutación y fórmulas alquímicas, la -a veces anónima- presencia de diosas de la Antigüedad, los sueños fluctuantes entre el pasado y el futuro en detrimento del presente, Jung y su conceptos de sombra y dualidad, las inscripciones en las piedras de las catedrales medievales, el árbol de la vida, la cuerda como ligazón entre nuestra forma sutil y nuestra envoltura carnal, son algunas señales recurrentes como así también la ausencia de rostro en muchas imágenes que aluden a la necesidad de “ver” más allá de lo obvio y superficial, para poder llegar a «ver” con los ojos del corazón.
Va por siempre mi agradecimiento a los geniales maestros creadores de estos personajes que me acompañaron durante varios años de mi vida.